5.27.2007

Cena con repartidores

Después de estar echado todo el día en la cama, sin hacer nada más que ver TV o medio dormir, decidí salir a buscar algo de comer -ya eran casi las 5 de la tarde. Bogotá estaba pasada por agua, con un viento helado que calaba los huesos, y unas esponjosas nubes grises que presagiaban peores tiempos. Salí a buscar algún alimento abundante, económico y rápido, porque mis tripas no me dejaban en paz; encontré en el Restaurante Bambú en la 7 con 60. Comida "china". Abundante arroz, tres bolas de cerdo apanado y Coca-Cola, todo por $5.500

Como la "especialidad de la casa" son los domicilios de Arroz Especial, la entrada es un pequeñísimo pasillo con un recibidor lleno de facturas, cajas "enchuspadas", tres teléfonos, y unas rejas que crean un semi cubículo que da la cocina, al fondo unas escaleras -que pensé eran las el comedor, pero ahora estoy seguro que dan a la casa de los chinos, coreanos, japoneses o vietnamitas , yo que putas voy a saber qué son, dueños del local. Una nevera con gaseosas y un arco a la derecha que SÍ va a dar al comedor. Unas cuantas mesas con platos sucios, piso mojado y resbaladizo, y tres personas sentadas en la mesa del centro. Tomé la primera mesa para dos que vi limpia y esperé. Ordené y comí.

En la mesa central estaban la mesonera y 4 repartidores -cuando llegué eran solo la mesera y un repartidor, los otros se fueron uniendo a medida que regresaban de hacer los mandados. Su conversación se daba mientras todos comían pollo apanado y papas a la francesa. ¿Por qué ninguno come arroz chino, o cerdo apanado? Eso me causó asco y miré mi plato con recelo. ¿Será que como conocen el contenido maligno del arroz, lo evitan a diario? Ignoré este pensamiento para poder seguir comiendo. Traté de escuchar la conversación de los dos chinos pero no entendí ni mierda, maldito mandarín. Seguí la conversación de los repartidores.

- Na na na na na na, pedidos- decía uno. -Na na na na na na muy lejos y el hijueputa no me dio propina- dijo otro. - Na na na na na doble transmisión de la moto - decía el tercero.

En fin, una conversación entre repartidores. Sonó el teléfono y contestó la señora oriental:

- Tenemos el arroz a $5.500 o el Especial a $9.000- ... - Ajá, sí a $5.500 y a $9.000- ... - Ajá, ajá ajá- ... -¿Algo más?- ... -¿Para dónde?- ... -Bueno, ya se lo mando.

Y los repartidores al mismo tiempo se concentraron en un mismo punto en común al sonar el teléfono:

- No hay domicilios, estamos almorzando-gritó uno. -Acaso no es ella la que nos ordena que digamos siempre primero los más costosos, y que nunca ofrezcamos el de $5.000- preguntó el otro.

Y el repartidor más veterano, dijo: -Ella se contradice todo el día, china hijueputa. Lo regaña a uno cuando ofrece el de $5.000, siempre dice (imita maravillosamente el acento oriental): Nunca ofrezca $5.000, mínimo $9.000... No no muy lejos, le cobro recargo de $1.000. China loca.

- ¡John!.
-Señora.
-Entlegueme este pedido, pol favol.
- Bueno señora... por favor, guárdenme pollo. Ya vuelvo.

Nota: Pude conocer a la torpe dependiente que contesta el teléfono de vez en cuando, y dejenme decirles... Es muchísimo más estúpida (con acento en la T) en persona. A veces, la tecnología nos sirve de escudo. Que mujer tan idiota. Y que llenura la que tengo.

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