9.01.2006

Instante

Lentamente te vas desnudando, revelando los misterios de tu espalda. Con tus dos manos, tomás tu largo y suave cabello, y los recogés en una cola que cae por el camino que trazan tus vértebras. Sin afán, te acercás y tomás tus aceites, que son esparcidos por cada parate de tu cuerpo. Éstos reflejan la luz de tu habitación en el esplendor de tu piel. Te acercás despacio a tomar cualquier prenda, aún no has decidido cuál, pero no importa porque en este momento el mundo no existe, es tu instante de eternidad, es tu tiempo. El mundo sigue su marcha, pero dentro de tu habitación el reloj pareciera detenerse. Todo avanza en cámara lenta, a tu tiempo y yo soy testigo, el único testigo de esos segundos de tu magia. Algunas rebeldes gotas, que aún se rehúsan a desaperecer cae sin deternerse al piso de marmol. Estás radiante, brillás con tu luz propia. Atrevidamente trato de acariciarte, de rodearte con mis brazos, pero no puedo. No es vos no me dejés, no es que vos te quités de ahí, es solo que este instante ahora se está sucediendo en mi memoria, y por eso esa sencilla razón ya no puedo tocarte.

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