Hace unos dos meses había prometido escribir este post. Pero no había sido capaz. Era escribir contra mí mismo. Pero ya no me aguanté más, y la verdad no es ya una promesa tan inocente. Hoy mi tema, serio como pocas veces, es Cali. Sí, mi querida tierra, aquel lugar donde nací, y pasé la mayoría de mis años vividos hasta ahora. De aquel lugar del cual salí hace tan solo cuatro años, en búsqueda de un nuevo espacio que me hiciera más feliz.
Me duele escribir este post. Es como dejar atrás a mi propio corazón. Duele ver el pasado, y recordar con tanta dicha aquellas tardes de desocupado verano que forjaron en mi carácter ese mismo hacer-nada que tanto le aporta a esta casa. Es ver en mí memoria las eternas tarde de sol tropical, el calor humedo y pegachento, el polvo, la tierra, la brisa que baja de la montaña, mientras sin rumbo alguno recorría, en total soledad, las maltratadas calles de una ciudad en decadencia -solo que en aquel momento no lo percibía. Es trata de rearmar un rompecabezas de recuerdos colegiales, donde el fin último era la diversión y nada más. La metafísica de la vida era solo una broma, una patada, una cerveza. Era tenerlo todo, como siempre sucede, sin saberlo.
Pero hoy, desde los fríos territorios de la mente, veo esa ciudad que tanto espacio ocupa mi corazón y la aborrezco. Cuando salí de su seno, siempre miraba atrás pensando cuándo iba a ser mi próxima visita, pero así, entre idas y venidas, me transformé en eso, en un visitante, un invitado, un turista. Turista de mi propia alma. Sin darme cuenta, y siguiendo el curso natural de la vida, la extrañeza constante se hizo presente. Sus olores no eran como los recordaba, sus colores no eran como recreaba, sus calles como nunca las imaginé; destrozadas, pesadas, sucias y desagradables. Llegaba con un anhelo de ser aceptado de nuevo, de integrar una sociedad que ya no era la mía. Una sociedad que deje pasar cuando pude asirla, y cuando quise ser parte activa ya era un extraño. Traté, de todas las formas, reconocerle aquello grandioso que nunca quise ver, y que aún ahora deseo con nostalgia. Me había cerrado las puertas de su museo.
Me dediqué a aprovecharme de los pocos lujos que aún me dejaba. En solitario. Sin profundizar el uno con el otro. Aprovechaba el sol en una tarde de lectura en la piscina. O los banales placeres de una noche de fiesta. No me podía dar más. no estoy diciendo que no hubiera más, pero ya no era para mí. Era de otros, de aquellos que se quedaron en ella y la han vivido siempre. Yo, con humildad, me hice a un lado.
Hoy, al escribir este post, recuerdo la ilusión que me hacía visitar, así fuera por unos días, sus nostálgicos caminos. Hoy, esa ilusión ya no está. Esa necesidad se diluyó hace muchos meses, y aunque no puedo negar que muchas de las personas de mis afectos se encuentran allá, verla, visitarla, comprenderla y vivirla ya no me hace mayor gracia. La veo sucia, acabada, maloliente. Habitada por una gran cantidad de seres anónimos, demasiado anónimos como para darles muchas vueltas. Perdida en el ingrato olvido de aquellos a los que les dio mucho. Al menos, su mayor virtud, la celebración constante. Un balneario de música "gringorriqueña". La meca del mal gusto, el maltrato, y la mal-dad. Si alguna vez dije que era la mujer más hermosa del mundo, y después supe que era lo bastante puta como para tragarme, hoy digo que ni siquiera de puta llega. No es más que una sucia junkie arrojada en la deriva de su propia indiferencia. Y de mí, un malagradecido hijo que le escupe a su madre porque nunca más pudo volver a abrazarse con ella. Simplemente me marché, y cuando la culpa me hizo abrir los ojos ya no era más que visitante. Sin voz, ni voto; ni lugar, ni nombre.
[A todos mis lectores caleños, la gran mayoría, pido disculpas, pero este era un tema recurrente desde hace mucho tiempo. Si yo, desde lejos apenas veo una pequeña parte, vosotros tenéis toda la fuerza -la cual nunca logro rodearme- para cambiarlo todo, por vosotros mismos, y no para un invitado a morir más en esa bella ciudad, como yo].
¡Y que se nos puso transcendental de nuevo!...Traele un pandebono con champús, ve.Una triste tormenta
te está azotando sin descansar
pero el sol de tus hijos
pronto la calma te hará alcanzar.
(...) Cuando salí de Cuba, dejé enterrado mi corazón".
9.18.2007
Ciudad de antaño
Publicadas por Abadía Vernaza a la/s 2:13 a. m.
Etiquetas: añoranza, Cali, descaro, ingratitud
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1 comentario:
Que te Puedo Decir ???-.... La Verdad no se me hace raro este spot, te estabas demorando en hacer una grudo , pero real comentario de como es nuestra cali "linda"...o lo que queda de ella... esta bn, desde tu punto de vista. Pero sin yo ser una visitante o turista como tu,.... cada vez que me marcho y veo por fuera nuetra cali pienso igual.
De todos Modos como Dicen Por ahi.... Recordar es Vivir y Por lo Menos Tienes mucho de donde cortar. Nos vemos las caritas ... mil besos Muaaaa
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